«Francisco Umbral estaba poseÃdo por los demonios de la escritura, que no le abandonaron nunca. HabÃa sido siempre, desde niño, un profesional de lo suyo y nunca pensó en dedicarse a otra cosa. TenÃa incluso, completando su personalidad, el gran tema que hace falta en una vida para no quedarse sin tema a mitad de camino. Amado siglo XX era el libro que tenÃa en la cabeza desde colegial, y todo ello resultaba monstruosamente prematuro en una personalidad como la suya, es decir, en un adolescente que al mismo tiempo trabajaba en sus estudio, iba al rÃo con sus amigos y cambiaba de novia periódicamente.Amado siglo XX era un proyecto que habÃa ido desarrollando Umbral sin estorbo de su vida cotidiana, pero asistido siempre por el beneficio de una idea que le protegÃa, que le personalizaba y, en reciprocidad, le iba esculpiendo como hombre. Amado siglo XX era un tÃtulo que mantenÃa ese arranque efusivo hacia la vida y el tiempo. Se asomaba todas las mañanas al siglo XX, que era la realidad temporal del escritor.Su vida avanzaba con el mismo ritmo que su escritura. Hombre, vida y obra eran ya una trÃada que se adentraba en los bosques de lo muy vivido y aquello estaba allÃ, eternizado y transeúnte en la misma medida que lo habÃa edificado él. La nieve, pájaro de altura, estaba volviendo a sus cimas blancas y dejando nidos cada vez más altos sobre los techos ojivales de un siglo en decadencia. Umbral contempló su obra con sosiego y se tumbó a descansar.»
