No tenemos entre las manos un escrito del apasionado Ribadeneyra ni de un elevado Juan de la Cruz, por no mencionar a otros clásicos como un Cervantes o a una Teresa de Avila. Muchos libros hablan de oración, pocos ponen al lector en estado de oración. En el caso del Diario son tantos los momentos de oración... que estimula a correr la aventura de la experiencia personal. En esto consiste el mérito de esta obra singular: descubre "prados de hierba fresca", insospechados, "donde poder descansar".La dedicación intensiva de Ignacio a la experiencia de Dios sugiere e ilumina un amplio camino orante, de horizontes inabarcables.En esta edición, en la que junto al escrito original se propone una traducción del texto en lenguaje actual, tras una corta introducción inicial, se invita al lector a entrar rápidamente en el Diario Espiritual que encontrará interrumpido luego con varias introducciones o guías de lectura que subrayan, con breves trazos, un tema nuevo que adquirirá máximo relieve en días sucesivos. Estas interrupciones resultan quizá algo artificiales, pero se procura respetar la unidad vital del escrito.
