Una vテュa muerta de tren, un sanatorio me-dio derruido por el tiempo, la antigua fテ。bri-ca de Clesa, viejos muテアecos olvidados. A travテゥs de sus fotografテュas, el autor nos lleva de viaje por unos decorados en pleno trテ。nsito hacia no se sabe muy bien quテゥ. Uno podrテュa pensar al contemplar las imテ。genes que el destino es aciago y desolador, pero テゥl no duda en afirmar que el mensaje implテュci-to es la recurrencia, la continuidad. La sucesiテウn de las fotografテュas nos incita a pensar en una idea cortazariana de que las cosas y los paisajes son segテコn los mira-mos. Tienen vida propia y bajo una aparente decadencia se esconde la felicidad de quie-nes los disfrutaron en primera instancia y dejaron en ellos su huella para que otros la pisen y un camino para que otras personas lo recorran. Una felicidad transitoria entre su punto de partida y su fin テコltimo. No es hueca porque con el tiempo vuelve a cobrar vida bien sea gracias al ojo del que todo lo ve, el fotテウgrafo, o del mero espectador.