Ya Pier Paolo Pasolini habÃa calificado el nuevo poder globalista como «el más violento y totalitario de la historia, pues cambia la naturaleza de la gente, entra en lo más hondo de las conciencias». Y no es ninguna casualidad que llegara a hablar, con lúcida clarividencia, de «genocidio cultural». Enmascarada tras una fachada de multiculturalismo, que no es más que la repetición sin fin del mismo modelo polÃticamente correcto, la civilización global en la que vivimos no acepta, de hecho, las diferencias. Admite solo un perfil: el del consumidor desarraigado, indistinguible de los demás, sin identidad ni espesor cultural. En palabras de Diego Fusaro, el globalismo se basa en la inclusividad neutralizante: «en nombre del mercado unificado obra para que cada entidad se transforme en una mercancÃa que circula libremente, sin fronteras polÃticas o geopolÃticas, morales o éticas, religiosas o jurÃdicas». En esta visión distorsionada, toda tradición se sacrifica en el altar del falso progreso, que no necesita contar con «pueblos arraigados en su historia y en su tierra, ni subjetividades con identidades fuertes y capaces de oponer resistencia, sino consumidores con un yo mÃnimo y narcisista, con identidades lÃquidas, gadgetizadas y efÃmeras». Compradores indistinguibles a los que se les puede vender la misma ilusión en todas partes. ¿Cómo podemos oponer resistencia a esta «heterofobia» imperante Recuperando y defendiendo el valor de nuestra identidad, que se define solo dialogando con las diferencias del otro. En este ensayo agudo y provocativo, la voz crÃtica de Diego Fusaro nos invita a reivindicar nuestras raÃces; a reeducarnos –y a reeducar sobre todo a los más jóvenes, condenados a un futuro precarizado que corren el riesgo de aceptar inadvertidamente–, a exigir un futuro menos indecente que aquel que solo nos ve como una mercancÃa entre las mercancÃas.