Este libro El oficio de perder, penúltimo punto del laberinto que se ha ido construyendo GarcÃa Vega, es una autobiografÃa que no se parece a una autobiografÃa. «Pero ¿es posible aún leer un libro asà –pregunta el poeta Carlos A. Aguilera–. Un libro neurótico, ahistórico, sin salida; que dice nada y tampoco quiere decir nada; que no sirve para descansar bajo el sol mientras los niños lanzan piedrecitas a los patos; ¿que no narra ¿Un libro hueco escrito desde ese otro hueco que es la historia y su perverso subebaja ¿Un libro fuera de tiempo y lugar; inútil Parece que sà y parece que con este libro autobiográfico, continuación a distancia de Los años de OrÃgenes, GarcÃa Vega se coloca dentro de cierta tradición negativa que tiene entre sus mejores exponentes a Macedonio Fernández, Arlt, Felisberto o Piñera. No sólo porque reescribe desde el delirio todo el tejemaneje cubano: la revolución, el exilio, la república, Lezama, sino porque descompone su núcleo-caricaturesco-de-poder, y traza la mejor radiografÃa que se ha hecho, en serio “de un paÃs como Cuba. Un paÃs sin memoria y donde hasta ahora casi no han existido memorias. Un paÃs fronterizo”». «El mundo de GarcÃa Vega –dice el profesor Christophe Singler en su tesis Contra las ficciones, la imagen. El oficio de perder de Lorenzo GarcÃa Vega– es esencialmente antibarroco, porque la opulencia barroca encubre la escasez, categorÃa fundamental de su estética. Si juega con lo kitsch, lo hace porque es parte de su circunstancia. GarcÃa Vega menciona alguna vez su afición a los papagayos de plástico y las estatuillas pseudo-clásicas colocadas en los patios. Para liberarse de la enajenación que representa lo kitsch por simular el sentimiento humano, es necesario pasar por la mÃmesis de este mundo falso, fabricado por la industria cultural, según dirÃa Adorno. Resulta tanto más fácil cuanto que GarcÃa Vega es consciente y admite abiertamente que este ambiente de simulacro, presente también en el bolero y en la exuberancia del mambo, es parte inalienable de su cultura personal. El encaprichamiento con el papagayo de plástico indica que GarcÃa Vega observa su contexto con mirada fotográfica, actitud nominalista en busca de lo inexpresivo». Lorenzo GarcÃa Vega (Jagüey Grande, Cuba, 1926-Miami, 2012). Fue un escritor cubano, miembro destacado del Grupo OrÃgenes. Su obra abarcó poesÃa, cuento, ensayo y novela, destacándose por la ruptura de formas literarias tradicionales. Publicó obras como Espirales del Cuje (1952), por la cual recibió el Premio Nacional de Literatura, y Los años de OrÃgenes (1979), un ensayo autobiográfico polémico. Tras salir de Cuba en los años 60, vivió en varios paÃses, como España, Nueva York y Venezuela, y se estableció finalmente en Miami. Antonio José Ponte (Matanzas, Cuba, 1964). Es autor, entre otros tÃtulos, de Un seguidor de Montaigne mira La Habana (ensayo, 1995), Asiento en las ruinas (poesÃa, 1997, Renacimiento, 2005), Las comidas profundas (ensayo, 1997), Contrabando de sombras (novela, 2002), El libro perdido de los origenistas (ensayo, Renacimiento, 2002), Un arte de hacer ruinas y otros cuentos (cuento, 2005), La fiesta vigilada (novela, 2007), Villa Marista en plata. Artes, polÃtica, nuevas tecnologÃas (ensayo, 2010), La censura raya tigres (ensayo, 2019) y La lengua suelta (ensayo, Renacimiento, 2020). Desde 2006 reside en Madrid.