«La cuestión está en saber si entre uno y otro término, entre pederastÃa y pedagogÃa, existe una simple asociación, o si hay una vinculación más Ãntima, una vinculación más esencial y necesaria. Dicho de otro modo: el pedagogo ¿es o debe ser inevitablemente pederasta » Tal es el dilema que recorre todo este ensayo. Y, para despejado, ñené Scherer toma como motivo de partida la crÃtica de la obra fundadora de la moderna pedagogÃa occidental, El Emilio, de J. J. Rousseau, cuyas ideas permuta con las modernas enciclopedias de educación sexual familiar, y con las relaciones claramente sexualizadas entre iniciador e iniciado que presidÃan el aprendizaje social de los antiguos griegos, y de muchas sociedades primitivas. Al final de dicho recorrido, la idea moderna de la infancia como estadio transitorio de la vida, y del niño como receptáculo de una inocencia perdida en aras de su integración social, aparecen como el invento necesario sobre el que el hombre civilizado de Occidente funda su propia razón de ser.