El autorretrato de toda una generación de postguerra, exilio, lucha antifranquista, bohemia y, finalmente, libertad, éxito y glamour.Las memorias de Eduardo Arroyo, artista en sentido amplio e intelectual de primera lÃnea, tienen la vocación de ser leÃdas como «una sarta de confidencias plagadas de historias» y de «dejarlo todo dicho, todo cosido, todo atado».«En el momento en que redacto estas lÃneas, no me parece tener mala salud (hago los scongiuri necesarios). [] Mis transaminasas están un poco altas, por lo que casi he renunciado a mis bien amados Negronis (un tercio de ginebra, un tercio de Punt e Mes y un tercio de Campari, más algunas gotas de angostura y una rodaja de naranja).También he abandonado decididamente la cerveza: ocurrió en Bélgica [] en vÃsperas del estreno de Boris Godunov en el teatro de La Monnaie de Bruselas []. Allà me percaté de que habÃa dejado de interesarme definitivamente esa bebida espumosa, pero no asà algún que otro vaso de vino blanco o tinto para acompañar comidas y cenas. También me di cuenta de que se me habÃa quitado el "complejo de pulpa"».