Paco de LucÃa no nació siendo una estrella. Vivió de joven a veces en las giras, una vida de aventurero. Aprovechó una reyerta en un restaurante en México para echar mano a dos helados con un amigo e irse sin pagar el almuerzo. Pisó muchos camerinos cutres con espejos rotos y olor a humedad, pero lo recordaba como una época de juventud y libertad. Desde ahÃ, en un abrir y cerrar de ojos, su nombre en la marquesina de un teatro de ópera en cualquier ciudad del mundo era garantÃa de colgar el "no hay billetes" dos meses antes de la actuación. Alonso Escacena explora la personalidad del guitarrista a través de cientos de anécdotas, al mismo tiempo que analiza las habilidades tanto humanas como técnicas que hicieron posible su ascenso a la categorÃa de figura mundial destacada. ôPaco atrae enormemente a las mujeres. Atrae a la gente, se mete en su piel. Esa expresión seria, los ojos cerrados, ese aire de misterio lo hace atractivo para los jóvenes. Tiene una inteligencia superlativa. Ha conocido la fama, pero lo irrita. La necesita, pero le ha robado la paz y la soledad. Puede tocar durante horas. Pero nunca dice: ¡Hoy he tocado bien! Disfruta de las pequeñas cosas. Busca la compañÃa de gente sencilla, de Bartolo, un perro sin raza ni pedigrÃ. De su papagayo brasileño que le canta flamenco, por canasterasö (Casilda Varela, primera esposa de Paco de LucÃa, en una entrevista en 1978). ôMe parece magnÃfica, pero magnÃfica, la sensibilidad con la que están reflejados los matices. Creo que has intuido muy bien los rasgos de Paco. DifÃcil en un hombre con tantos maticesö (Casilda Varela, al autor)."