Hay una hora del atardecer, entre el crepúsculo y la caÃda de la noche, en la que todas las ciudades son iguales. Roma, ParÃs, Londres..., las ciudades son sólo un largo horizonte sobre el cual el dÃa se desploma. Y ese espectáculo sobrecogedor hace palidecer todas las creaciones de los hombres. En Smara también. Y en esa hora posterior al crepúsculo, cuando todo se difumina y mengua, sólo dos ojos podÃan sobrepasar la realidad. Allà estaban...